MIRADA TEOLÓGICA

El Encuentro Cultural

Si se tiene en cuenta la realidad de que lo que se llamó el Nuevo mundo o más concretamente América, no hay que olvidar que ya estaba habitada de norte a sur por diversos grupos indígenas que desde antiguo poseían esta parte del globo terráqueo, parece más adecuado hablar de “encuentro cultural” entre grupos humanos de diversa raza, lengua, tradición religiosa y grado de civilización que se verificó en diversas épocas y en diversas regiones.

Tradicionalmente se ha hablado y se sigue hablando del “descubrimiento de América” en una perspectiva eurocéntrica que pone al centro del acontecer histórico humano al continente europeo y la civilización de occidente caracterizada por una excesiva confianza en la razón.

Por lo tanto, resulta importante comprender desde la categoría de “Encuentro” lo que durante muchos siglos se denomino como “Descubrimiento” si se quiere ser fiel al carácter histórico de la revelación cristiana. Es decir, para la Teología la historia es un “lugar teológico” donde no sólo es posible sino que es necesario reconocer el acontecimiento de Jesucristo como la mayor revelación y cercanía posibles de Dios en la historia.

En este sentido hay que tener en cuenta que el diálogo entre la teología y la cultura se justifica al servicio de la evangelización. Se trata de un diálogo que requiere de una exploración de la realidad y de la acción histórica del hombre donde se revela Cristo y se expresa en la completa originalidad de las distintas culturas. Este diálogo tiene dos vías. El servicio a la evangelización que exige una inculturación no sólo del Evangelio, sino también de la misma Teología.[1]

Si partimos de la comprensión acerca de que el Verbo al encarnarse se mostró histórica y culturalmente, se sigue que para hacer distinguible la acción de Cristo se tendrá que acudir al discernimiento de la historia y de las culturas. A este respecto, Jorge Costadoat, arguye que la Teología aporta al menos tres funciones al discernimiento cultural.

  • Valorar las culturas: es la protección y estima de la identidad y tradición cultural de los pueblos. Los cuales son guiados por el Creador hacia el cumplimiento de su voluntad de modos nuevos y específicos según las formas de ser hombre.
  • Relativizar las culturas: impedir que las culturas se cierren al encuentro cultural entre ellas, de modo, que el sello particular de la valoración de cada cultura se da en el juego de relaciones con las otras culturas y en la posibilidad de fecundarse unas a otras desde la propia particularidad.
  • Relacionar las culturas: la búsqueda de una unión cultural que promueva una integración desde cada uno de los peculiares contextos en que los hombres tejen su vida, hacia la reconciliación humana.
A este respecto, el encuentro entre el sistema cultural europeo con el de los pueblos de América se dio bajo condiciones dispares iniciales que provocaron un choque que posteriormente se busco resarcir. Por un lado, los pueblos de América poseían una cosmovisión intuitiva y comunitaria con expresiones religiosas que anunciaban en lo simbólico una prefiguración de una realidad mayor. Hablamos de una oposición de distintas visiones del mundo que se resolvió por medio de la fuerza.

La falta de un puente entre los núcleos éticos y míticos de ambos ‘mundos’ ocasionó tal enfrentamiento de incomprensión que costó la vida de muchas personas y que fue el tema que posteriormente se reflexiono como tarea ineludible del proceso de evangelización.[2] 



[1] Costadoat, Jorge, Trazos de Cristo en América Latina, Santiago de Chile 2010, pp. 87-97.

[2] Patiño, José Uriel, Historia de la Iglesia en América Latina: una mirada histórica al proceso evangelizador eclesial en el continente de la esperanza, San Pablo, Bogotá 2002, p. 34.


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costadoat, jorge - creatividad en america latina